Primer discurso del Papa en Myanmar
El Papa Francisco ofreció su primer discurso público en Myanmar (la antigua Birmania), a las autoridades la sociedad civil y el cuerpo diplomático, a los que pidió dejar a un lado las diferencias porque crean división, y pidió respetar a las diferentes etnias del país.
“La sabiduría de los antiguos ha definido la justicia como la voluntad de reconocer a cada uno lo que le es debido, mientras que los antiguos profetas la consideraban como la base de una paz verdadera y duradera”, dijo durante su discurso.
Francisco subrayó que el futuro del país debe “ser la paz”, basada “en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo —sin excluir a nadie— ofrecer su contribución legítima al bien común”, afirmó en clara alusión al conflicto con la etnia de los llamados rohinyá.
“He venido especialmente para rezar con la pequeña pero ferviente comunidad católica de esta nación, para confirmarla en la fe y alentarla a seguir contribuyendo al bien del país”, dijo al comenzar su intervención en el “Myanmar International Convention Center” en la ciudad de Naipyidó.
Francisco dijo que deseaba “ver esta decisión como una señal del compromiso de la nación para continuar buscando el diálogo y la cooperación constructiva dentro de la comunidad internacional, así como también para seguir esforzándose en renovar el tejido de la sociedad civil”.
Sobre el proceso de paz que vive el país, expresó la dificultad del mismo pero se mostró convencido de que “la reconciliación nacional sólo puede avanzar a través del compromiso con la justicia y el respeto de los derechos humanos”.
Al hablar de las diferentes confesiones religiosas apuntó que “no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia construcción de la nación”.
“Las religiones pueden jugar un papel importante en la cicatrización de heridas emocionales, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en estos años de conflicto”.
Francisco opinó que se trata de “un gran signo de esperanza el que los líderes de las diversas tradiciones religiosas de este país, con espíritu de armonía y de respeto mutuo, se esfuercen en trabajar juntos en favor de la paz, para ayudar a los pobres y educar en los auténticos valores humanos y religiosos”.
Tuvo también palabras hacia los jóvenes, a los que dijo que el futuro de país está en sus manos. “Ellos son un regalo que hay que apreciar y alentar, una inversión que producirá un fruto abundante si se les ofrecen oportunidades reales de empleo y una educación de calidad”.
“El futuro de Myanmar, en un mundo interconectado y en rápida evolución, dependerá de la formación de sus jóvenes, no sólo en el campo de la técnica, sino sobre todo en los valores éticos de la honestidad, la integridad y la solidaridad humana, que aseguran la consolidación de la democracia y el aumento de la unidad y la paz en todos los niveles de la sociedad”.
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