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Domingo III Tiempo Ordinario



CAMINEO.INFO.-

Cada uno de vosotros tiene sus problemas, sus preocupaciones, sus motivos de alegría y de gozo. Cada uno de vosotros tiene sus proyectos personales y familiares. Cada uno de vosotros viene a participar de esta eucaristía con su mochila personal llena de las cosas más variadas.

 

Cada uno de vosotros viene como viene, pero a todos, a todos, Cristo hoy nos hace dos llamadas. La primera: “convertíos y creed en el evangelio”. Y la segunda: “venid conmigo”.

 

¡¡Todos recibimos hoy estas dos llamadas!! La liturgia siempre es un “aquí y ahora”. La Palabra de Dios siempre es una palabra que se dirige a nosotros. Por tanto, la fe, la fe, nos lleva a escuchar a Cristo que nos dice a cada uno “conviértete”, “cree en mi”, “ven conmigo”. Es la fe que hace que escuchemos a Cristo hablando a nuestro corazón aquí y ahora.

 

Que nuestra fe sea una fe viva, no muerta, que vengamos a participar de la misa pensando: ¿qué me dirá hoy Jesús?

Y hecha esta introducción vamos al evangelio, y desarrollo tres ideas, tres gracias que el Señor nos quiere conceder:

 

a)    “Convertíos y creed en el evangelio”.

Atención a los dos verbos de la frase: convertirse y creer.

¿Nos podemos convertir y no creer? No.

¿Podemos creer si no nos convertimos? No.

¿Por qué Jesús sitúa los dos verbos en la frase?

Convertirse y creer se implican mutuamente. No pueden vivir uno, sin el otro. Los dos son indispensables. Están conectados. 

 

Preguntémonos: ¿Cómo vamos de “creer”? Bien, bastante bien. Estamos aquí...  ¿Y cómo vamos de “conversión”? ¡¡AAhh, aquí ya no vamos tan bien!!

 

¿Crees? Diremos sííí. ¿Tienes fe? sííí. ¿Crees en Jesucristo? Sííí, pero si nos preguntan ¿estás en proceso de conversión?, ¿qué diremos? Si nos preguntan ¿vas avanzando en tu conversión?, ¿qué diremos?

 

Es Jesús quien vincula los dos verbos: “creer” y “convertirse”. ¡¡Esto es significativo e interpelador!! Quiere decir que si no hay conversión, no hay “creer”.

Hemos de trabajar la conversión personal, porque ¡sin conversión no hay “creer”! Dos propuestas:

1. Examen de conciencia antes de ir a la cama: ¿cómo he ido hoy con mi defecto principal?

2. Lleva la conversión a la oración personal... Pregúntale al Señor: ¿de qué me tengo que convertir? ¿cómo me convierto?... ¡no sé de qué va esto, ayúdame!

 

b)    Segunda idea, “Venid conmigo...”. Estas palabras Jesús nos las dice a nosotros. Jesús hoy no habla con Pedro y Andrés. Jesús hoy te habla a ti: “ven conmigo”. ¿Alguna vez hemos escuchado estas palabras dirigidas a nosotros? Es importante. Jesús te llama a seguirlo, a ti. Él, el Hijo de Dios, te llama a ti. ¡¡Qué suerte!! Porque la suya es una “Buena Nueva, una Buena Noticia”.

 

Leía hace un tiempo en un libro: “Las ideas se creen, las personas se reciben… Hemos de recibir a Jesús, como Simeón,  Marta, María, Zaqueo ¡Qué bonito! Nuestro creer, no es un creer de ideas… Es un “creer a una persona”, es seguir una persona, es ponerse en movimiento para seguir a una persona. Ser cristiano es caminar con Jesús.

 

“Ven conmigo” = camina conmigo, sígueme.

c) Tercera idea: a la llamada de Jesús “Venid conmigo”, le sigue la finalidad de esta llamada: “y os haré pescadores de hombres”. Nos llama para hacernos pescadores de hombres. Me gusta el cine y hoy hablaré del Titánic. 

 

    Cuando se hundió se pudieron botar veinte botes salvavidas. Muchos de ellos con las prisas no se llenaron del todo... ¡¡Había 472 plazas libres!!

 

    Primero se botaron los botes salvavidas y después a lo largo de una hora y media, la gente fue cayendo al agua hasta que el Titánic se hundió...

 

    Se produjo una situación dramática: desde los botes salvavidas oían los gritos de la gente que desde el agua pedía ayuda, y ellos tenían lugar de sobras en sus botes salvavidas. Pero se mantuvieron a una distancia prudencial viendo y oyendo como se ahogaba la gente.

 

    De los 20 botes salvavidas, sólo uno volvió a rescatar, y recuperaron 9 supervivientes, 3 de los cuales murieron en el bote mismo, de hipotermia. También éste llegó demasiado tarde,  tardaron demasiado en descubrir su propósito, demasiadas discusiones sobre lo qué tenían que hacer, ¡porque olvidaron su propósito!...

    ¡¡Seis rescatados, de mil quinientos que había ahogándose!! La película acaba diciendo “setecientas personas de los botes esperan una absolución que nunca llegará”.

 

Esta escena quizás como una metáfora de la Iglesia. Los que estaban en los botes tuvieron miedo. Buscaron  su comodidad, lo que era más fácil. ¡¡Y olvidaron cuál era el sentido de aquel bote!! ¡¡El bote salvavidas existe para rescatar personas!!

 

Pienso que hoy en día en las parroquias hemos olvidado un poco, o mucho, cuál es el sentido de la iglesia: somos un bote salvavidas, existimos para salvar a personas, que se hunden. ¡¡Existimos para la misión!! La Iglesia es esencialmente misionera, y si lo es la Iglesia, lo somos también nosotros.

 

“Os haré pescadores de hombres”. Los hombres se hunden, es necesario pescarlos, salvarlos, introducirlos en la barca, que es la Iglesia. Es la propuesta de Jesús...

 

Pidamos las gracias de ser personas que se quieren convertir, que quieren tener una fe viva, que quieren seguir a Jesús y llegar a ser pescadores de hombres.

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