Nuestra democracia.
Nuestra misión, al menos la mía y seguro la de mucha gente sensata, no es solo acatar la democracia, es cuidarla y mejorarla.
Yo he votado la Constitución del 78, tenía 18 años, la valoro, es inmensa, generosa, firme y, claro, mejorable. No puedo calificar de dudosa nuestra democracia.
Tampoco puedo identificar a la democracia como de nuestros gobernantes. ¡No!, es tan mía y suya como de los que gobiernan, legislan o enjuician, es del sector público y del privado.
Es el soporte para la confianza mutua. Es el campo de encuentro cívico, es lo que nos hemos dado como marco a nosotros mismos.
Necesito y necesitamos este campo, para pisar suelo firme, para poder tener cierto grado de seguridad jurídica tanto yo, como tú, usted, nosotros, vosotros y ellos, todos y cada uno.
Es un principio básico. ¿Democracia dudosa? ¡No, en absoluto! mejorable sí, pero indiscutible para marcar las rayas del 'fuera de juego' al que incumple la ley, sea quien sea, gobernante o no.
Las rayas bien definidas por la Constitución Española y el Estatut de Catalunya se han traspasado nítidamente.
Lo sabe Europa y el mundo, aunque sutilmente lo oculte el independentismo bajo la falsa apariencia pacífica.
El govern, 72 o 70 diputados no avalan la legitimidad de las leyes de transitoriedad, “las de desconexión“, ni la DUI.
La verdad de una injusticia la han envuelto y tapado, violenta y sutilmente, en una mentira; "con 72 diputados decidieron unilateralmente era suficiente", no 90. P
ara seguidamente pretender legitimarlo en el Parlament el 6 y 7 de septiembre y con un muy discutible e irreputado referendum ilegal el 1-O, con signos de pucherazo y múltiples irregularidades, los porcentajes de votos a favor, en contra, en blanco y nulos o defectuosos sumaban más del 100%.
Así, con todo, el govern y los 72 o los 70 pretendieron dar "carta de ciudadanía" a la imposición independentista. Pretendieron darle halo democrático a un totalitarismo.
Esto que han hecho los independentistas es una gran mentira, una tremenda impostura totalitaria. Nada legal y nada democrática.
Así, el art. 155 de la Constitución de España, no aplicado hasta ahora, se ha mostrado como una gran herramienta, una obra maestra, es el artículo garante de la restauración de la seguridad jurídica para todos y cada uno, lo alaban los agentes económicos y lo avala la distensión de las variables económicas, ¡hasta Freixenet y toda las gentes de San Sadurní y tantos más! , artículo garante del orden legítimo, garante ante los reales abusos de "responsables" de administraciones públicas, ante los rebeldes, sediciosos, malversadores y mentirosos.
Artículo el 155 del que se vale el estado social democrático de derecho para restaurar las heridas y encauzar los caminos para la concordia rota.
Pero mirando la historia democrática, sí es verdad que efectivamente, a la luz del hoy convulso, demasiadas concesiones se les ha otorgado en negociaciones a los nacionalistas en nuestra democracia. Pero las diacronías en los juicios suelen ser difícilmente objetivas. Las democracias están llenas de vitalidad, de gente que deciden, eligen, renuncian y acuerdan, también aciertan y se equivocan. Esa es su esencia. Los apoyos para gobernar son los que son y están las personas que están, en cada momento. Efectivamente, la historia y la realidad futura es siempre consecuencia de las decisiones, elecciones, renuncias y acuerdos previos y presentes pero del futuro, más allá de una legislatura, poco se suele vislumbrar, de eso poco o nada se trata, es sólo perspectiva del gran estadista, de la alta política y del discernimiento 'profético'. Ello sí creo ha faltado en mayor o menor grado en las sucesivas legislaturas. ¿Aprenderemos con todo esto? Yo sí quiero aprenderlo y no olvidarlo.
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